30.7.16




De Trópico de Capricornio (IV)




«[...] La muerte se parecía más a lo que habíamos experimentado en el parque: dos personas caminando una al lado de la otra en la niebla, rozándose contra los árboles y los matorrales, y sin decirse ni palabra. Era algo más vacío que el nombre mismo y, aun así, correcto y pacífico, digno, si preferís. No era una continuación de la vida, sino un salto en la obscuridad y sin posibilidad de regresar nunca, ni siquiera como una mota de polvo. Y era algo correcto y hermoso, me dije, pues, ¿por qué habría uno de querer regresar? Probar una vez es probar para siempre: la vida o la muerte.»

· Henry Miller.


De Trópico de Capricornio (III)



«[...] Y no había recuerdo del sufrimiento ni de la vida que se extinguió en el arroyo; solo estaba observando un mundo extraño e incomprensible, un mundo tan alejado de mí, que tenía la sensación de pertenecer a otro planeta.»

· Henry Miller.


De Trópico de Capricornio (II)



«Sobre todo, yo era un ojo, un enorme reflector que exploraba el horizonte, que giraba sin cesar, sin piedad. Ese ojo tan abierto parecía haber dejado adormecidas todas mis demás facultades; todas mis fuerzas se consumían en el esfuerzo por ver, por asimilar el drama del mundo.

Si anhelaba la destrucción, era solo para que ese ojo se extinguiera. Anhelaba un terremoto, un cataclismo de la naturaleza que precipitase el faro en el mar. Deseaba una metamorfosis, la conversión en pez, en leviatán, en destructor. Quería que la tierra se abriera, que tragase todo en un bostezo absorbente. Quería ver la ciudad enterrada en las profundidades del mar. Quería sentarme en una cueva y leer a la luz de una vela. Quería que se extinguiera ese ojo para tener ocasión de conocer mi propio cuerpo, mis propios deseos. Quería estar solo mil años para reflexionar sobre lo que había visto y oído... y para olvidar. Deseaba algo de la tierra que no fuese producto del hombre, algo absolutamente separado de lo humano, de lo cual estaba harto. Deseaba algo puramente terrestre y absolutamente despojado de la idea. Quería sentir la sangre corriendo de nuevo por mis venas, aun a costa de la aniquilación. Quería expulsar la piedra y la luz de mi organismo. Deseaba la obscura fecundidad de la naturaleza, el profundo pozo de la matriz, el silencio o, si no, los lamidos de las negras aguas de la muerte. Quería ser esa noche que el ojo despiadado iluminaba, una noche esmaltada de estrellas y colas de cometas, pertenecer a una noche espantosamente silenciosa, absolutamente incomprensible y elocuente a un tiempo, no volver a hablar ni oír ni pensar nunca más, verme englobado y abarcado y abarcar y englobar a un tiempo. No más compasión, no más ternura. Ser humano solo de modo terrestre, como una planta, un gusano o un arroyo. Verme desintegrado, despojado de la luz y de la piedra, variable como una molécula, duradero como el átomo, cruel como la propia tierra.»

· Henry Miller.


De Trópico de Capricornio (I)


«Cuantos más palmetazos me daban, más firmemente creía. Yo creía... ¡y el resto del mundo no! Si solo se tratara de soportar el castigo, podrías seguir creyendo hasta el final; pero la actitud del mundo es mucho más insidiosa. En lugar de castigarte, te va minando, excavando, quitando el terreno bajo los pies. No es traición siquiera. La traición es comprensible y combatible. No, es algo peor, algo más bajo que la traición. Es un negativismo que te hace como intentar abarcar demasiado. Te pasas la vida consumiendo energía en intentar recuperar el equilibrio. Eres presa como de un vértigo espiritual, te tambaleas al borde del precipicio, se te ponen los pelos de punta, no puedes creer que bajo tus pies haya un abismo insondable. Se debe a un exceso de entusiasmo, a un deseo apasionado de abrazar a la gente, mostrarles tu amor. Cuanto más tiendes tus brazos hacia el mundo, más se retira. Nadie quiere amor de verdad, odio de verdad. Nadie quiere que metas la mano en sus sagradas entrañas: eso sólo debe hacerlo el sacerdote en la hora del sacrificio. Mientras vives, mientras la sangre está caliente, has de fingir que no existen cosas tales como la sangre y el esqueleto bajo la envoltura de la carne. ¡Prohibido pisar el césped! Por ese lema se guía la gente en su vida.»

· Henry Miller.


«Amo y no sé qué hacer.
¿Qué se hace en este mundo civilizado cuando se ama así?»

· Alejandra Pizarnik.