«Ella volvió los ojos hacia las nacientes estrellas. "Conozco todos sus nombres —dijo—, cada una tiene varios, y también diferentes virtudes. Su movimiento, que nos parece lento, es rápido y las vuelve ardientes. Su inquieto ardor es la causa de la violencia de su carrera, y su esplendor es el efecto. Una íntima voluntad las empuja y las dirige; un celo exquisito las quema y las consume; por eso son radiantes y bellas.
Se mantienen unidas unas a otras por lazos que son virtudes y fuerzas, de manera que una depende de otra y esa otra depende de todas. Su camino está trazado y todas encuentran su camino. No podrían cambiarlo sin desviar del suyo a otra, ya que cada una de ellas cuida de la otra. Y elige el camino que tenía que seguir. Lo que debe hacer es necesario que lo quiera y ese camino que nos parece fatal es para ellas su camino preferido, ya que todas tienen una voluntad perfecta. Un amor ciego las guía. Nosotros dependemos de ellas porque su elección dicta las leyes. No podemos escapar"».
· André Gide.
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