21.2.21


De La Balada del Café Triste II


«El amor es una experiencia común a dos personas. Pero el hecho de ser una experiencia común no quiere decir que sea una experiencia similar para las dos partes afectadas. Hay el amante y hay el amado, y cada uno de ellos proviene de regiones distintas. Con mucha frecuencia, el amado no es más que un estímulo para el amor acumulado durante años en el corazón del amante. No hay amante que no se dé cuenta de esto, con mayor o menor claridad; en el fondo, sabe que su amor es un amor solitario. Conoce entonces una soledad nueva y extraña, y este conocimiento le hace sufrir. No le queda más que una salida, alojar su amor en el corazón del mejor modo posible; tiene que crearse un nuevo mundo interior, un mundo intenso, extraño y suficiente. Permítasenos añadir que este amante del que estamos hablando no ha de ser necesariamente un joven que ahorra para un anillo de boda; puede ser un hombre, una mujer, un niño, cualquier criatura humana sobre la tierra.

Y el amado puede presentarse bajo cualquier forma. Las personas más inesperadas pueden ser un estímulo para el amor. Se da por ejemplo el caso de un hombre que es ya abuelo que chochea, pero sigue enamorado de una muchacha desconocida que vio una tarde en las calles de Cheehaw, hace veinte años. Un predicador puede estar enamorado de una perdida. El amado podrá ser un traidor, un imbécil o un degenerado; y el amante ve sus defectos como todo el mundo, perso su amor no se altera lo más mínimo por eso. La persona más mediocre puede ser objeto de un amor arrebatado, extravagante y bello como los lirios venenosos de las ciénagas. Un hombre bueno puede despertar una pasión violenta y baja, y en algún corazón puede nacer un cariño tierno y sencillo hacia un loco furioso. Es sólo el amante quien determina la valía y la cualidad de todo amor.»


· Carson McCullers.


De La Balada del Café Triste I


«La vida llegaba a convertirse en una larga y turbia rebatiña, sólo para conseguir lo necesario para mantenerse vivos. Lo más desconcertante es que todas las cosas útiles tienen un precio y se compran sólo con dinero, y que así es como está organizado el mundo. Sin tener que pararse a pensar, ya sabe uno cuál es el precio de una bala de algodón o de un cuartillo de melaza. Pero a la vida de un hombre no se le ha puesto precio: nos la dan de balde y nos la quitan sin pagárnosla. ¿Qué valor puede tener? Si se pone uno a considerar, hay momentos en que parece que la vida tiene muy poco valor, o que no tiene ninguno. Cuantas veces, después de haber estado sudando, y esforzándose, y las cosas no se le arreglan, se le mete a uno en el fondo del alma el sentimiento de que no vale gran cosa.»


· Carson McCullers.

18.2.21



«Tienes un deseo: morir.
Y una esperanza: no morir.»


· Alfonsina Storni.


SAPO Y MAR


Azul plomiso
el mar
tejía auroras
amarillas
en el confín.

Y un sapo, 
sobre su voz
crepuscular, dejaba
caer el goterón
metálico
de su habla.

Abierto
el infinito
a mi derecha;
a izquierda
el punto matemático
rompiendo
en un verde
de musgos oxidados.

Sola. Dispersa.
Una cortina
helada
daba el sí... no...
del pensamiento
huyente.

Y una taza de té
frente a mis ojos
era el único lazo
que me unía,
animal triste,
a mi mortal cadena.


· Alfonsina Storni.

13.2.21


LLAMA



Sobre la cruz del tiempo
clavada estoy.
Mi queja abre la pulpa
del corazón divino
y su estremecimiento
aterciopela
el musgo de la tierra.

Un ámbar agridulce
destilado de las
flores cerúleas
cae a mojar
mis labios sedientos.

Ríos de sangre
bajan de mis manos
a salpicar el rostro
de los hombres.

El rumor lejano
del mundo, ráfaga cálida,
evapora el sudor
de mi frente.

Mis ojos, faros de angustia,
trazan señales misteriosas
en los mares desiertos.
Y, eterna,
la llama de mi corazón
sube en espirales
a iluminar el horizonte.


· Alfonsina Storni.



AGRIO ESTÁ EL MUNDO


Agrio está el mundo,
inmaduro,
detenido;
sus bosques
florecen puntas de acero;
suben las viejas tumbas
a las superficies;
el agua de los mares
acuna
casas de espanto.

Agrio está el sol
sobre el mundo;
Ahogado en los vahos
de sus pantanos;
inmaduro,
detenido.

Agria está la luna
sobre el mundo;
verde,
desteñida;
caza fantasmas
con sus patines
húmedos.

Agrio está el viento
sobre el mundo;
alza nubes de insectos muertos,
se ata, roto,
a las torres;
se anuda crespones
de llanto;
pesa sobre los techos.

Agrio está el hombre
sobre el mundo,
balanceándose
sobre sus piernas:

A sus espaldas,
todo,
desierto de piedras;
a su frente,
todo,
desierto de soles,
ciego...


· Alfonsina Storni.



¿DE QUÉ ME QUEJO?


¿De qué me quejo? Es cierto que me bajé hasta el fondo
Del alma del que amaba, y lleno de sí mismo
Lo hallé, y al viento helado de su helado egoísmo
Dudé que el globo fuera, como dicen, redondo.

¿De qué me quejo? ¿Acaso porque el cuerpo, en su daño,
Afiebrado se arrastra en zigzag por el suelo,
Y el monstruo pecho hinchado le impide alzar el vuelo,
Pues dentro el pulpo negro crece del desengaño?

¿De qué me quejo? Gracias. Mantengo todavía
Vértebra sobre vértebra. Hacia la melodía
Mi fina red nerviosa aún puede con anhelo

Tenderse, oír los dulces, inefables, sonidos.
En mis cuencas aún giran los ojos sostenidos
Y aunque pesados se alzan hacia tu luz, oh cielo.


· Alfonsina Storni.



SOY


Soy suave y triste si idolatro, puedo
Bajar el cielo hasta mi mano cuando
El alma de otro al alma mía enredo.
Plumón alguno no hallarás más blando.

Ninguna como yo las manos besa,
Ni se acurruca tanto en un ensueño,
Ni cupo en otro cuerpo, así pequeño,
Un alma humana de mayor terneza.

Muero sobre los ojos, si los siento
Como pájaros vivos, un momento,
Aletear bajo mis dedos blancos.

Sé la frase que encanta y que comprende;
Y sé callar cuando la luna asciende
Enorme y roja sobre los barrancos.


· Alfonsina Storni.



EL ENSAYO


Si el corazón me fuera percutido
Pudiera ser que resonara a muerto,
Pero pudiera ser que diese ruido
De pájaros cantores en un huerto.

Es verdad que a morir, desde nacido,
Este buen corazón se va ensayando,
Pero, ensayos de un drama no aprendido,
Así vive, cayendo y levantando.

Las veces que ha cambiado de postura
No son una por cierto, sino cien;
Que el arte de morir es cosa dura:
Se ensaya mucho y no se aprende bien.


· Alfonsina Storni.



EL CLAMOR


Alguna vez, andando por la vida,
Por piedad, por amor,
Como se da una fuente, sin reservas,
Yo di mi corazón.

Y dije al que pasaba, sin malicia,
Y quizá con fervor.
—Obedezco a la ley que nos gobierna:
He dado el corazón.

Y tan pronto lo dije, como un eco,
Ya se corrió la voz:
—Ved la mala mujer esa que pasa:
Ha dado el corazón.

De boca en boca, sobre los tejados,
Rodaba este clamor:
—¡Echadle piedras, eh, sobre la cara;
Ha dado el corazón!

Ya está sangrando, sí, la cara mía,
Pero no de rubor;
Que me vuelvo a los hombres y repito:
¡He dado el corazón!


· Alfonsina Storni.



DULCE TORTURA


Polvo de oro en tus manos fue mi melancolía;
Sobre tus manos largas desparramé mi vida;
Mis dulzuras quedaron a tus manos prendidas;
Ahora soy un ánfora de perfume vacía.

¡Cuánta dulce tortura quietamente sufrida,
Cuando, picada el alma de tristeza sombría,
Sabedora de engaños, me pasaba los días
Besando las dos manos que me ajaban la vida!


· Alfonsina Storni.


12.2.21


SUTIL ENTOLDADO


Lágrimas de él las que mis ojos vieron:
No crea el aire que voló con ellas,
Ni arriba que las guardan las estrellas,
Ni el tiempo que en su filtro se perdieron.

Sin que lo comprendiera, suavemente,
Se trasvasaron a mi vida; ahora,
Vuelto mi pecho fuente de su fuente,
En lluvia fina su dolor me llora.

Si de esas blancas gotas vapor sube
A cegarme los ojos como nube
Que entolda a veces el celeste cielo

¿He de quejarme porque ya no vea?
Ceguera dulce que su amor me crea:
Me esconda el mundo tan divino velo.


· Alfonsina Storni.