«Lo que hay de más doloroso en el sueño es el no existir.»
· Fernando Pessoa.
31.1.15
Labels:
· Bernardo Soares,
· Fernando Pessoa,
Frase
Sun
Labels:
» Daria Endresen,
» Nihil,
Fotografía
29.1.15
«Sus ojos eran la entrada del templo, para mí, que soy errante, que amo y muero. Y hubiese cantado hasta hacerme una con la noche, hasta deshacerme desnuda en la entrada del templo.
Un canto que atravieso como un túnel.»
· Alejandra Pizarnik.
Labels:
· Alejandra Pizarnik,
Fragmento,
Poesía
27.1.15
Del Libro del Desasosiego III
«Pero la exclusión, que me he impuesto, de los fines y de los movimientos de la vida; la ruptura, que he procurado, de mi contacto con las cosas —me ha conducido precisamente a aquello de lo que yo procuraba huir. Yo no quería sentir la vida, ni tocar las cosas, sabiendo, por la experiencia de mi temperamento al contagio del mundo, que la sensación de la vida era siempre dolorosa para mí. Pero al evitar ese contacto, me he aislado y, al aislarme, he exacerbado mi ya excesiva sensibilidad. Si fuese posible cortar del todo el contacto con las cosas, le iría bien a mi sensibilidad. Pero ese aislamiento total no puede efectuarse. Por menos que yo haga, respiro; por menos que actúe, me muevo. Y, así, al conseguir exacerbar mi sensibilidad mediante el aislamiento, he conseguido que los hechos mínimos, que antes nada, incluso a mí, me harían, me hiriesen como catástrofes. He equivocado el método de fuga. He huido, mediante un rodeo incómodo, hacia el mismo lugar en que estaba, con el cansancio del viaje sobre el horror de vivir allí.Nunca he encarado el suicidio como una solución, porque odio a la vida por amor a ella. Me ha llevado tiempo convencerme de este lamentable equívoco en que vivo conmigo mismo. Convencido de él, me he quedado desazonado, lo que siempre me sucede cuando me convenzo de algo, porque el convencimiento es en mí, siempre, la pérdida de una ilusión.He matado a la voluntad a fuerza de analizarla. ¡Quién me volverá a la infancia de antes del análisis, incluso de antes de la voluntad!En mis parques, sueño muerto, la somnolencia de los estanques al sol alto, cuando los rumores de los insectos se aglomeran en la hora y me pesa vivir, no como una angustia, sino como un dolor físico por concluir. Palacios muy lejos, bosques absortos, la estrechez de los paseos a lo lejos, la gracia muerta de los bancos de piedra para los que han sido: pompas muertas, gracia deshecha, oropel perdido. Anhelo mío que olvido, ¡ojalá pudiera recuperar la amargura con que te he soñado!»
· Fernando Pessoa.
26.1.15
«Si supiera qué lejos estoy de los nombres y de las palabras, de la verdad, de la mentira, del cansancio, de la monotonía. Si supiera que no me importa morir así como no me importa vivir porque estoy ya muy cansada de mi enfermera y mi guardiana, de curar a la lejana que soy, a la evadida que me fui, a la maravillosa enamorada más sutil que el viento, detenida ahora por algún pecado insoluble, en su sitial de noche y desgracia, hermanada a la melancólica soledad de un lugar blanco y pétreo donde ella llora su amor inexplicable.»
· Alejandra Pizarnik.
20.1.15
19.1.15
L'obscurité des eaux
«Escucho resonar el agua que cae en mi sueño.
Las palabras caen como el agua yo caigo.
Dibujo en mis ojos la forma de mis ojos,
nado en mis aguas, me digo mis silencios.
Toda la noche espero que mi lenguaje logre configurarme.
Y pienso en el viento que viene a mí, permanece en mí.
Toda la noche he caminado bajo la lluvia desconocida.
A mí me han dado un silencio pleno de formas y visiones (dices).
Y corres desolada como el único pájaro en el viento.»
· Alejandra Pizarnik.
10.1.15
9.1.15
Del Breviario de los vencidos (II).
«Estás inmóvil y esperas. Te estás esperando. Pero, ¿qué vas a hacer contigo? ¿Qué te vas a decir, rodeado como estás de tanto no-decir?
¿Qué pasa a través del silencio? ¿Quién pasa? Es tu mal que está pasando a través de ti, fuera de ti, es una omnipresencia de tu misterio negativo.
¿Piensas en lo que quieres ser? Tus pesares no tienen futuro. Ni ningún futuro es tuyo. En el tiempo ya no tienes cabida; en el tiempo yace el horror.
Y entonces te vas. Al marcharte te olvidas. Y en tu caminar eres otro y siendo, ya no eres.»
· Emil Cioran.
Del Breviario de los vencidos.
«A mis semejantes ya los conozco. A menudo he leído en sus ojos ausentes y vacíos el sinsentido de mi destino o he reposado de mis rebeldías durante las pausas de sus miradas. Pero su angustia no me es ajena. Ellos quieren, quieren, incesantemente. Y como no había nada que querer, mis pies pisaban sus huellas como si fueran espinas, mi sendero serpenteaba por el lodo de sus anhelos y blanqueaba con una inútil aureola su búsqueda vana.
Ellos no saben que el paraíso y el infierno son floraciones de un instante, del instante mismo, que no hay nada más allá de la fuerza de un éxtasis inútil. En su camino de mortales, no he encontrado la parada eterna sobre la bóveda de los instantes.
Veo un árbol, una sonrisa, un orto, un recuerdo. ¿Acaso no existo yo ilimitadamente en cada uno de ellos? ¿Qué otra cosa puedo esperar además de esa visión definitiva, esa incurable visión del relámpago temporal?
Los hombres sufren de futuro, irrumpen en la vida, huyen en el tiempo, buscan. Y nada me hiere más que sus ojos anhelantes, vanos pero desprovistos de vanidad.
Yo sé que todo es final, que solamente existe un instante, cada instante, que el árbol de la vida es un estallido de eternidad, reversible en los actos del ser.
Y, así, ya no quiero nada. A menudo, cuando me encuentro en las noches que erigen los fondos del mundo, ¿cómo saber si soy o no soy? Y, entonces, ¿se puede ser o se puede no ser? O bien, atrapado en las vagas ondulaciones de la música, perdido en medio de ellas, purificado de los azares de la respiración, ¿cómo me parecería a mis semejantes?
[...]
Debo mis esperanzas a las noches. Sobre las alas de la oscuridad, fuera del espacio, solo entre la materia y el sueño, elevo los aromas de la decepción a fragancias de felicidad. Nada me parece imposible en la noche, ese posible sin tiempo. Todo es más que posible, pero el futuro no está. Las ideas devienen pájaros de pensamiento y ¿a dónde vuelan? A una trémula eternidad, como un éter roído por las reflexiones.
… Así he llegado a contemplar el sol con un extraño interés. ¿Qué malentendido llevó a los hombres a robarle sus turbulencias y a transformarlas en algo provechoso? ¿Qué falta de poesía hizo a un astro puro degradarse en monstruo utilitario? ¿No nos hemos acercado todos demasiado humanamente a sus rayos luminosos y, creyéndolos fuente de lo real, le concedimos demasiada realidad? ¿Por qué habremos proyectado la finalidad hasta el mismo cielo?
Yo no sé hasta dónde es el sol. Pero sí sé muy bien hasta qué punto yo ya no soy bajo el sol. Quien a orillas del mar, durante horas seguidas, con los ojos entornados, paralelamente al tiempo, durante la horizontal del sueño y tan fugaz como la espuma sobre la arena dorada, no ha sentido la mezcla de felicidad y de nada de ese derroche de resplandor, ése no conoce ninguno de los peligros que la belleza ha traído al mundo.
Yo creía ser joven bajo el sol y me encontré sin edad. Y si a media noche tenía años, ya no los tenía en el meridión. Todas las edades huyen y permanecen entre el ser y el no-ser, vestigio vibrante en el nihilismo místico de las insolaciones.»
· Emil Cioran.
Labels:
· Emil Cioran,
» D. J. Ruzicka,
Fotografía,
Fragmento
7.1.15
«abrazando a tu sombra en un sueño
mis huesos se arqueaban como flores»
III
«Voces, rumores, sombras, cantos de ahogados: no sé si son signos o una tortura. Alguien demora en el jardín el paso del tiempo. Y las criaturas del otoño abandonadas al silencio. Yo estaba predestinada a nombrar las cosas con nombres esenciales. Yo ya no existo y lo sé; lo que no sé es qué vive en lugar mío. Pierdo la razón si hablo, pierdo los años si callo. Un viento violento arrasó con todo. Y no haber podido hablar por todos aquellos que olvidaron el canto.»
· Alejandra Pizarnik.
6.1.15
El barco embriagado
En tanto descendía por impasibles ríos,
dejé de sentirme guiado por los remolcadores:
pieles rojas vocingleros, para hacer puntería,
les clavaron desnudos en cipos coloreados.
No me importaban nada todas las dotaciones,
lleven trigo flamenco o algodón inglés:
cuando con los sirgueros se acabó el alboroto,
los ríos me dejaron a gusto descender.
Por los furiosos chapoteos de las mareas,
el otro invierno, más sordo que el cerebro de un niño,
¡corrí! Y las penínsulas desamarradas
jamás han soportado juicio más triunfal.
La tempestad bendijo mis marinos desvelos.
Más ligero que un corcho por las olas bailé,
y las llaman eternas arrolladoras de víctimas.
¡Diez días de nostalgia del ojo de los faros!
Más dulce que a los niños las manzanas acedas
penetró el agua verde en mi casco de abeto
y las manchas azules de vino y vomitonas
me lavó, dispersando mi timón y mi ancla.
Desde ese momento, me bañé en el poema
del mar; lactescente, infundido de estrellas,
devorando azul verde, en el que flota a veces
pálido y satisfecho un ahogado pensativo.
¡Transformando de pronto el azul en delirios
y ritmos lentos bajo la rutilación del día
más fuertes que el alcohol, más que las liras amplios,
fermentando las rojeces amargas del amor!
Sé de cielos que estallan en rayos; sé de trombas,
resacas y corrientes: ¡sé de la noche y del alba
exaltada igual que un pueblo de palomas,
y he visto algunas veces, lo que el hombre creyó ver!
¡He visto el ocaso, manchado de horror místico,
el sol iluminando coágulos violeta,
igual que los actores de los dramas antiguos,
las olas rodar lejos con temblor de muaré!
¡Soñé la noche verde de nieves deslumbrantes,
besos que suben lentos a los ojos del mar,
las savias inauditas correr, y el despertar
amarillo y azul de fósforos cantores!
¡Seguí durante meses, como un ganado histérico,
viendo asaltar las olas los firmes arrecifes
sin pensar que los pies luminosos de las Marías
pudiesen bridar el morro de los océanos asmáticos!
¡He embestido, sabéis, increíbles Floridas,
ojos de pantera con piel humana, mezclando
a las flores! ¡Arcos iris tendidos como riendas
bajo el horizonte marino, a glaucos rebaños!
He visto fermentar los enormes pantanos,
trampas en cuyos juncos se pudre un Leviatán;
derrumbarse las aguas en medio de bonanzas
en abismos lejanos cayendo en catarata.
Glaciares, soles de plata, olas de nácar, cielos de brasa,
zabordas odiosas al fin de oscuros golfos,
donde sierpes gigantes por chinches devoradas,
de árboles torcidos caen entre negras fragancias.
Hubiese querido enseñar a los niños, en las olas
esos peces de oro, esos peces cantores.
—Las floridas espumas han merecido mis fugas
y el inefable viento me ha prestado sus alas.
Mártir cansado a veces de polos y de zonas,
el mar cuyo sollozo mi balanceo amaina,
me alzó su flor de sombra de amarillas ventosas;
pero yo seguía, como mujer, de rodillas...
Casi una isla, de mi borda quitaba las querellas
y los excrementos de pájaros cantores de ojos rubios
y bogaba en tanto que por mi endeble cordaje
descendían los ahogados a dormir, reculando.
Y yo, barco perdido en la maraña de las algas,
lanzado por el huracán contra el éter sin pájaros,
y a quien los monitores y veleros del Hansa
no hubiesen salvado el armazón, embriagado de agua;
libre, humeante, manchado de lunulas eléctricas,
tabla loca, escoltada por hipocampos negros,
cuando los Julios hacían desplomar a bastonazos
los cielos ultramarinos de ardientes tolvas;
yo que temblaba oyendo gemir a cincuenta leguas,
el celo de los Behemots y los Maelstrons espesos,
hilandero eterno de inmovilidades azules,
siento nostalgia de la Europa de viejos parapetos.
¡He visto los archipiélagos siderales! Islas
en las que los cielos delirantes están abiertos al viajero:
—¿Es en estas noches sin fondo que tú duermes y te destierras,
millón de pájaros de oro, oh futuro vigor?
¡Pero, de verdad, lloré demasiado! Las albas son desoladoras.
Toda luna es atroz y todo sol amargo:
El acre amor me ha hinchado de torpes embriagueces.
¡Oh, que mi quilla estalle! ¡Oh, que me hunda en el mar!
Si deseo el agua de Europa, es sólo el charco
negro y frío donde, en el crepúsculo embalsamado
un niño agachado lleno de tristeza, suelta
un frágil barco, como mariposa de Mayo.
Bañado por vuestras languideces, no puedo ¡oh olas!
arrancar su estela a los portadores de algodones,
ni traspasar el orgullo de las banderas y los gallardetes,
ni nadar bajo los ojos horribles de los pontones.
· Arthur Rimbaud.
Labels:
· Arthur Rimbaud,
» Ivan Aivazovsky,
Pintura,
Poesía
5.1.15
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)











.jpg)
.jpg)

