2.5.21


De Manifiestos del Surrealismo I


«No comprendo por qué ni cómo vivo, cómo es que todavía vivo, y con mayor motivo, qué es lo que yo vivo. Si queda algo de un sistema como el surrealismo, que hago mío y al que me acomodo lentamente, si quedara sólo con qué enterrarme, de todos modos nunca habrá habido con qué hacer de mí lo que yo quise ser, a pesar de la complacencia que tengo para mí mismo. Complacencia relativa, en función de la que se puede tener hacia mi yo (o no-yo, no sé bien). Y, con todo, vivo, y hasta descubrí que amaba la vida.

Cuando a veces se me presentaban razones para terminar con ella, me sorprendía a mí mismo admirando un trozo cualquiera de parquet que me parecía de seda, una seda con la belleza del agua. Me gustaba ese lúcido dolor, como si entonces todo el drama universal pasara a través de mí, como si de pronto yo valiera la pena. Pero me gustaba el resplandor —cómo explicarme— de cosas nuevas, que nunca había visto brillar de semejante manera. Gracias a ello, comprendí que, a pesar de todo, la vida estaba dada, que una fuerza independiente de la de expresar y de hacerse comprender espiritualmente presidía, en lo que concierne a un hombre que vive, las reacciones de un interés inestimable cuyo secreto desaparecerá con él. Este secreto no me ha sido revelado, y en lo que a mí respecta, su reconocimiento no invalida en nada mi declarada ineptitud para la meditación religiosa.»


· André Breton.

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